4.4.05

A un pasito de hacerme gay

Fiesta en el Hostal El Candil. Ese lugar que siempre me recibe tan pero tan bien. Allí cuento un con puñado de amigos adultos y diferentes a la monotonía de mis relaciones quilmeñas. Sus dueños me aprecian, me quieren y me lo hacen saber. Me siento muy a gusto cada vez que voy. Y voy muy seguido.
Llegué temprano, había muy poca gente. Todos turistas y mochileros extranjeros. Mexicanos, españoles, un belga. Me encontré con Marco y Sonia, mis amigos italianos que ya he mencionado en algún que otro post. Tuvimos una fantástica charla discutiendo sobre las bondades y miserias de nuestra ciudad costera más famosa, Mar del Plata (ellos fueron esta Semana Santa a conocerla). Por ser amigo de la casa, a mi no me cobraban la bebida. Moraleja, llegué a las 22:30, 23:20 ya estaba bastante ebrio. Bien.
La música era de la que a mi me gusta, electrónica pero con groove, mitad lounge, mitad bass & drums, con un poco de break-beat, acompañada con empanadas de carne. Como para mover la cabecita mientras te clavás 4 seguidas.
Hasta aquí, todo bien. A eso de las 1:30 (ya había bastante gente, es increíble como en Buenos Aires hacés cualquier cosa con música y cerveza y se llena si o si) empezó a tocar una banda que se llama Tangerine. Hacían todos covers de Faithless y Groove Armada, y aunque la voz de la chica era dulce y sufrida, no calificaban más de un “seh, zafan”. Me sentí un poco solo porque mis amigos tenían que atender las barras improvisadas y aunque no soy tímido, tampoco la pavada. No voy a hablar con cualquiera. No vaya a ser que me caiga bien. Prefiero seguir en la postura de que sólo el 25% de la población tiene algo interesante para decir. Y el 90% de esas cosas que dicen son mentiras. Lo sé, tengo problemas. Pero no nos vayamos por las ramas.
Me paré cerca de una puerta para ver cómo la minita esta que cantaba se creía que estaba en el recital homenaje a Freddy Mercury en Wembley ante 120.000 personas. Hay que darle crédito por ponerle pasión al asunto. Escuchando, bebiendo, bebiendo, escuchando. Así, media hora. Me empecé a embolar. Entonces decidí que era un buen momento para subir a la terraza y tirarme un ratito en una de las hamacas paraguayas. No había nadie. Mejor.
El humo se escapaba rápido, hacía un frío importante. Pero yo estaba bien ahí, haciéndome el “interesante que se aleja de la masa porque él es un chico sensible”. Nah, sólo quería fumar tranquilo. Escuché unos pasos pero estaba demasiado cómodo como para fijarme quién era. Mirando hacia el cielo, se me apareció una cabeza blonda en el cuadro.

- Tú eres amigo de Sonia, no?

LO LINDA QUE ERA ESTA CHICA.

- Si... hola... a vos tampoco te gusta la banda?
- Jaja, la verdad, no.
- Cómo te llamás?

Una belleza inmensurable, un pelito hermoso, una sonrisa invitante. Una chica alemana de 24 años llamada Julia. Encima de todo, tenía nombre lindo y no algo como Gertrude. Hospedada en el hostal desde hacía varios días ya, ella se había convertido en la nueva compinche de Sonia. Estudiante de intercambio, dominaba el español de manera sorprendente. Y Sonia, en una tarde bastante al pedo me imagino, le contó sobre su amigo “porteño” que había conocido en Brasil hace ya un año.

LO LINDA Y SIMPÁTICA QUE ERA ESTA CHICA ALEMANA.

Estuvimos charlando un rato largo y tendido, no importa de qué, lo importante es que yo me hice el banana como nunca. Era tan fácil hablar con ella. Era tan linda su sonrisa. Eran tan dulces sus inocentes preguntas. Tan fáciles de contestar, sin necesidad de mentir. Por un rato me olvidé de todo y sólo me concentré en Julia. Y en los miles de besos que le iba a dar. Cómo la iba a convencer de que se quede a vivir en Buenos Aires, conmigo, para siempre. Lo lindos que serían nuestros hijos, ella siento tan rubia y hermosa y yo siendo tan morocho y... simpático. Las recorridas por la ciudad, las noches en la terraza, sus gritos en alemán durante el acto de amar. Sonó mi celular y lo que yo sospechaba era verdad.

- “Damián, dale, venite que en tres horas tenemos que estar en el aeropuerto”.

Mis padres se fueron al Sur esta madrugada y yo, en un rapto de locura, me había ofrecido llevarlos a Aeroparque. Con razón yo había llegado tan temprano a la fiesta. Con razón me embriagué tan rápido. Tuve que saludar apurado y partir. No sin antes decirle a Julia lo mucho que me había gustado conocerla y que esperaba verla en los próximos días. Ella, como durante toda la charla, sonrió, me plantó un beso en la mejilla y me dijo “nos vemos”.

Hoy me llamó Sonia y me invitó a cenar. Acepté gustosísimo. Llegué al Hostal y allí estaba Julia. Hermosa. En jogging y con el pelo atado. Doblemente preciosa. Noté unos bolsos en la recepción, pero es normal, es un hostal. Siempre hay bolsos por todos lados. Pero estos eran de ella.
Julia se fue esta misma noche a una pensión en Morón porque la llamaron hoy a la tarde y le confirmaron que tiene asegurado un puesto de trabajo en no se qué división de la universidad, atendiendo a estudiantes extranjeros. Y viajar todos los días de Palermo a Morón se complica. Por ende, la mudanza.
El fantástico y cuidadoso plan para ganar su corazón que organicé cuidadosamente durante el viaje a Aeroparque, el de ida y vuelta, durante mi sueño, durante el almuerzo, durante la siesta, durante la llamada telefónica de Sonia para invitarme a cenar, el viaje, la puerta, su cara... todo a la basura. En menos de diez minutos se había ido y estoy seguro que no la voy a ver nunca más en mi vida. La cena fue una cagada. Me quedé mal.
Y aunque sé que por obvias razones en breve la voy a olvidar, me queda una pregunta bailoteando por los aires:
¿POR QUÉ?

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

che boludo, Morón no es un planeta lejano, es acá, en Buenos Aires...ok, es lejos pero tampoco la pavada.

5:02 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Morón es tierra de nadie. Nadie sabe dónde queda exactamente Morón. Es como la Atlantis de la posmodernidad. Vos conocés Morón porque sos el elegido, no todos tenemos esa suerte. Sollozo. Sollozo. Odio a Morón, sus habitantes, sus pensiones y los morrones. He dicho.

5:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Damiano? Què Damiano?

Yo no conocì ningùn Damiano en las hamacas del Hostal!

Yo conocì en el HOSTAL al odontologo que vive en Bariloche, y es mi NOVIO!!!!!

Asì que no inventes BOLUDECES!!!!!
MENTIROSO!!!

JULIA ("LA ALEMANA...")

6:13 p. m.  

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