29.9.04

No te vayas

Te juro que pocas veces sentí tanto frio como esa noche en Plaza Miserere. Son contadas con un dedo las veces que estuve tanto tiempo en Once, y la verdad que siempre voy a recordar esa célebre estación con un sabor agridulce. Yo tenía puesto un rompevientos bien finito, al viento lo rompía, pero contra el aire gélido no hay con que darle. Pensé en achurar a un perro callejero ahi nomás a la vista de todos, para meter mis manos en sus entrañas, un poco de calor por favor. Aunque sea un perro flaco y sucio. Pero no, no se puede hacer eso en público. No es decente, los perros son los mejores amigos del hombre. Y no calientan ni un poco.
Esperaba que llegue el 98, ese número que me llevaría a casa. Ahi viene uno, a ver... si... 9 y... 2!! Noventa y dos? "Longchamps". Yo vivo en Quilmes, al sur del Sur. No en un lugar glamoroso y de ensueños como Longchamps. No tengo idea dónde queda. Seguro es lejísimos, más lejos que Quilmes.
Que bien suena Longchamps. Con ese nombre me imagino fuentes de Cupidos en cada esquina, disparando agua desde sus arcos de amor y bondad. Puedo ver esas calles suburbanas repletas de grama fresca y recién podada. Todos los hombres usan algún tipo de sombrero de los 50, todas las nenitas saltan la soga en las puertas de sus casas y todos los niños andan en bicicleta. Las mujeres estan todas casadas y van a colegios de monjas, y son felices. Los hombres pelean guerras y vuelven todos sanos y salvos, pero mas importante aún, victoriosos. A lo lejos, detrás de las famosas colinas de Longchamps, se dibuja en el cielo un arcoiris. Hacia allí te lleva el 92.

- "Pss"
- "..."
- "PSS!"
- "Si?"
- "Pibeee, convidame un pucho..."

Miré a ese pobre hombre de reojo, postrado entre las raíces de un glorioso Jacarandá muerto. No inspiraba confianza a primera vista. Ver un anciano con cuatro dientes, encima que esos cuatro sean por algún milagro los cuatro colmillos... es sinceramente bizarro. Y lo bizarro mete miedo. Completan su retrato una incipiente pelada canosa y desprolija, piel muy curtida y surcada por el paso del tiempo y el alcohol seguramente.

"Sí", saco rápidamente un cigarrillo y amago a arrojarselo con suavidad y elegancia, como si fuese el mejor jugador de bowling que vieron nacer estas tierras.
"No, pibeeee... vení, dámelo en la mano que no me puedo parar"
Voy, asumo la posicion "cuclillas" (todavia me duelen las rodillas) y extiendo mi mano regalona, con lo que salen los puchos. El anciano me agarra la muñeca de un tirón y me acerca aún más, me mira a los ojos y noto que sus pupilas son blancas. Es ciego.
¿Cómo supo que era yo el que estaba cerca, fumando un cigarrillo? ¿Cómo supo que se lo iba a tirar en vez de dárselo? ¿Cómo puede ser que tenga tanta mala suerte de ser ciego, paralitico y encima sólo tiene 4 dientes, los cuatro colmillos, convirtiendolo no sólo en el hombre menos afortunado del mundo, sino también en el más feo?
Sin poder verme, me miraba. Y pensó un instante antes de empezar a decir palabras que nunca olvidaré.

"Pibeee, vos no tengas miedo. Vos me ves así, sufriendo la vida en vez de vivirla, contando los dias para que todo se termine y pueda encontrar aquella paz que alguna vez supe disfrutar. Pero no te confundas pibeee... no es fácil ser un simple espectador y no poder actuar nunca en esta obra que es el amanecer seguido de anocheceres. ¿Sabés cuánto hace que nadie me sonríe? En serio te pregunto. Yo no sé, soy ciego. Ni siquiera puedo ver si me sonríen. Porque no puedo ver nada. Y lo he visto todo."

"¿Necesita fuego, Don?"

"Pibeee... vos tenes que saber que la vida... la vida tiene idas y vueltas. Sube y baja. Yo no puedo bajar, no puedo subir, no puedo ir ni dar una vuelta. Soy paralítico. No puedo caminar. Pero he ido a todos lados. Y siempre he vuelto."

Qué triste. Pobre hombre. Le voy a dar algo para que se sienta mejor y no hable más.

"¿No quiere un sanguche, Don? "¿Un sanguche y una Coca?"

"Pibeee... vos sos inocente todavía. Vos no entendés que el alimento de la vida nada tiene que ver con sanguches ni esas bebidas extrañas y modernas que toman ustedes. Alimentate del éxito, pibeee. Tenés que entender que la vida no es estar mirando sol panza arriba. Además, me quedan cuatro dientes. Sólo los colmillos. Lo único que puedo comer es sopa y puré, sino me atraganto y me muero. Y así no me voy a morir..."

Este hombre estaba realmente empapado de sentimento. Y sufrimiento. Un personaje digno de escuchar. Toda una vida para dejarle una enseñanza a un extraño. No le iba a negar el placer. Pero era tan feo y estaba tan sucio, que igual no podía esperar a irme de allí cuanto antes. Miles de paradojas así se esconden tras los faroles de Plaza Miserere.

"Eh bueno, me voy que me parece que viene el 98"
"No pibeee, es el 134"

Miro. Es el 134.

Entre mi asombro y mi creciente nerviosismo el anciano tomó de nuevo con fuerza mi muñeca derecha y antes de que yo pueda decir algo, sentenció:

"Vos estás confundido, pibeee. Se te nota. Y eso que soy ciego. Pibeee, escuchame bien lo que te voy a decir. Esto tomalo como un consejo. De alguien que sabe realmente lo que es el éxito de alma. El éxito de brindar alegría a las almas. Ser un modelo para los niños y adolescentes, un referente para los adultos. Un verdadero contribuidor de la paz y el bienestar, el color de la vida y su música angelical..." Lo interrumpo.
"Un momento, ¿usted es cura?"
"No pibeee, ¿estás loco? ¿En serio no me reconocés?"
"¿Reconocerlo? ¿Cuántos años tiene, Don?"
"37, pibeee"
"¡Pero me está jodiendo! ¡Suélteme el brazo!"
"Nooo, pibeee, quedateee..."

Forcejeé con ese cuerpo inundado de pena y locura, lográ zafar rápidamente, me paré haciendo sonar mis dos rodillas aparatosamente, es que nunca había estado en la posición "cuclillas" durante tanto tiempo en mi vida y empecé a correr sin ningún rumbo. Sentí un miedo mudo entre mis venas y sólo corrí.

A la distancia se escuchaba la voz inconfundible de ese hombre gritar en un último aliento...

"Pibeeeeeee, yo fuí Jazzy Mel..."