El camino hacia el estrellato
No es nada parecido a la Autopista del Sol, norteña, perfecta y llana en toda su extensión hacia su destino final: la gloria. Nada que ver. Es como la subida al Acceso Sudeste en Don Bosco, donde uno nunca sabe qué puede pasar. Poceada, llena de obstáculos y negros deseosos de quitarte lo que has conseguido a base de trabajo y talento. O el auto que te regalaron tus papis hace dos años.
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar", canta Joan Manuel Serrat con su voz dulzona y de viejo comprensivo. Seguramente él, al ser catalán y exitoso, no conoce de caminos que asustan al que lo quiera transitar. Porque en su caminar de poeta, sólo supo reparar en la belleza de la Rambla de Barcelona o el musical pasar de las horas en París. Nunca tuvo que cambiar una goma pinchada en el medio de Wilde un sábado a las dos de la mañana. Y aunque a decir verdad, yo tampoco lo he hecho, conozco lo suficiente como para asegurar que debe ser una experiencia fantasmagórica.
Pasan los años y los pozos que decoran los caminos del Sur siguen creciendo. Uno los conoce de memoria, sabe dónde acelerar, cuándo aminorar la marcha y los atajos hacia una realidad un poco más prometedora. Esquivar los paisajes deprimentes y riesgosos. Tratar de llegar a casa sano y salvo. Alcanzar los objetivos. Seguir adelante. Y soñar con un día tener un helicóptero para escupir a todos desde el cielo.
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar", canta Joan Manuel Serrat con su voz dulzona y de viejo comprensivo. Seguramente él, al ser catalán y exitoso, no conoce de caminos que asustan al que lo quiera transitar. Porque en su caminar de poeta, sólo supo reparar en la belleza de la Rambla de Barcelona o el musical pasar de las horas en París. Nunca tuvo que cambiar una goma pinchada en el medio de Wilde un sábado a las dos de la mañana. Y aunque a decir verdad, yo tampoco lo he hecho, conozco lo suficiente como para asegurar que debe ser una experiencia fantasmagórica.
Pasan los años y los pozos que decoran los caminos del Sur siguen creciendo. Uno los conoce de memoria, sabe dónde acelerar, cuándo aminorar la marcha y los atajos hacia una realidad un poco más prometedora. Esquivar los paisajes deprimentes y riesgosos. Tratar de llegar a casa sano y salvo. Alcanzar los objetivos. Seguir adelante. Y soñar con un día tener un helicóptero para escupir a todos desde el cielo.
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