24.8.04

Filoso

La tiene "Navajita" Felpedi, el nuevo crack del fútbol argentino. 16 años, 1.55 de alto, pesa 47 kilos. La tiene, la pisa, la amasa, la crea, la juega. Sale del fondo con la pelota dominada. Uno, dos.. tres-cuatro hombres en el camino. Filoso. La popular no lo puede creer. Una rabona, pared con el 8, el esférico regresa a su dueño. La tiene atada.
Marcelo Marino Felpedi era simplemente el mejor jugador de fútbol de la historia. No había dudas de eso. Habiendo debutado en la primera de Quilmes a los tiernos 13 años, en una sola temporada lideró al equipo del sur en la conquista de su primer campeonato local en más de 40 años, clasificándose para la Copa Libertadores, la cual ganaron gracias a los 34 (6 de chilena, algo impensado) goles de "Navajita", dando exhibiciones de su inmensurable talento a lo largo del continente americano. Cuando le preguntaron después de la final, la cual ganaron holgadamente 4 a 0 "Cómo es que haces tantos goles de chilena, Navajita??, él sonrió con su mueca de niño y dijo "es que me gusta hacer gole’ de chilena". Así de fácil era el fútbol para él.
La fama había llegado rápido para Marcelito, como le decía la vieja. Invitado especialmente a la primera emisión de Almorzando con Mirtha Legrand desde el espacio sideral, ante las dudas sobre su futuro profesional, miró fijo a las cámaras y furioso dijo: "Todo lo que tengo se lo debo al club de mis amores, Quilme'. Voy a hacer toda mi carrera en Quilme' porque yo... porque yo... soy de Quilme', nací en Quilme' y me viá morí en Quilme'!!, tamo'?!".
Mirtha, desorbitada, dijo muy locuazmente: “qué carácter, m'hijo!”. Antes de ir a tanda, Marcelito se paró de la silla, amenazó a un cameraman, apoyó la nariz contre el lente y volvió a decir: "Que quede bien claro pa' todo lo' gile' que dicen gilada. No me vendo a nadie. Soy de Quilme'!!”.
Se podía ver detrás a La Chiqui llorando histérica, al grito de "Corten, por Dios!". Apareció en la pantalla placa de "señal interrumpida por defectos técnicos" por primera vez en 34 años. La última había sido por la guerra.
Al otro día, el Club Atlético River Plate compró el pase del "Navajita" Felpedi en 10 millones de Euros. Una barbaridad para el mercado argentino, pero una ganga para la élite europea. Y los "millonarios" ya se relamían por una futura venta. Una docena de hinchas cerveceros se suicidaron en un ritual que incluyó mil galones de cerveza Quilmes, robadas de la planta principal de elaboración. Se piensa que contaron con la ayuda de un "insider".
Otros hinchas más sensibles comprendieron al pobre pibe. Era una oferta que no podía desaprovechar. Además, él le había dado al Q.A.C. lo mejor de su larga historia. El paso a un club grande era un escalón muy arriba en su carrera, había que dejarlo volar. Su madre y sus 19 hermanos por fin podrían cumplir con el sueño de la casita propia. En vez de eso, Navajita les compró una chacra en Santa Fé a cada uno. Les dió las llaves de las tranqueras y les dijo: “A laburá, tamo?!”
El emporio lácteo “Felpedi Hermanos” sólo tardó una década en convertirse en la empresa más rentable de Sudamérica. Pero esa es otra historia.
Navajita jugó de forma irregular las primeras tres fechas en el club de Núñez. Sólo marcó 10 goles. No gritó ninguno. Le costó un poco al principio adaptarse a su nueva camiseta. No tenía el azul marino (por el cual fue nombrado) que se le confundía con su propia piel. A veces, mientras todos jugaban al ping pong en la concentración, Marcelito caminaba solo, miraba las estrellas, pensaba en Quilme' y se largaba a llorar. Al fin y al cabo, era apenas un adolescente. Pero como a cualquier hombre, su traición le pesaba.
Eventualmente Navajita Felpedi debutó en la Selección Nacional, con la cual ganó tres mundiales y anotó infinidad de golazos de todas formas posibles. No gritó ni uno.
En River jugó dos temporadas, llego a ser el goleador histórico de la entidad con más de 500 goles (501 para ser exactos), ganando cual título disputase. Así es, cual título disputase. Nunca fue sustituido, jugó todos los partidos. No festejó ninguna de sus conquistas. Sus peores actuaciones siempre eran contra Quilmes, nunca les convirtió ni un gol. Dicen que una vez un hincha le gritó “vendido!” y que Marcelito, herido, no habló por dos meses.
Llegó al Real Madrid con 18 años recién cumplidos. En su paso por el club merengue se consagró como ídolo mundial. Sus largas y gloriosas veinte temporadas como capitán del equipo lo vieron brillar de manera trascendental, opacando a cualquier futbolista que haya nacido desde los principios del balompié, hace ya más de cuatro siglos.
Con su derecha mágica, su zurda magistral y su majestuoso cabezazo rompió todos los récords de goleo que existían hasta la fecha y asistió sin falta a cada uno de los partidos de su club durante todo su contrato. Nunca se lo vió sonreír. Menos gritar un gol.
Desde aquel recordado almuerzo, nunca más en su carrera dió entrevistas a la prensa. Al término de los partidos era el primero al entrar al vestuario, con su célebre “NO HABLO” como único mensaje hacia los micrófonos, mostrando su cabeza gacha, el 10 y el mítico “Felpedi” en la espalda.
Luego de ganar la Copa del Mundo por tercera vez, un periodista italiano (de una región muy particular por su dialecto), logró la nota más larga que se le conozca al Navaja desde sus primeros pasos en Quilmes, la cual merece ser citada...

- “Bravo!! Sei Campioni dil Mondo!! Como si chente questa conquistata, shavaleti?
- “NO HABLO”
- “Cossa?! Non ti piace sapere che tutta la gloria é sua?!
- “NO HABLO”
- Per ché non celebratti le goledi marcadi?
- “NO HABLO”
- Po’ como? tu sei un figlio di putana!!!
- “NO HABLO”

Saturado de toda la gloria que Europa le podía dar, decidió que era hora de terminar su carrera. ¿Y dónde podía ser sino en el club de sus amores? Al fin y al cabo, habían rebautizado en su honor al mítico Estadio Centenario con su nombre.
Distinta fue la historia de Quilmes luego de ver nacer a la estrella más grande de todos los tiempos. El dinero que cobró el club por la venta de por aquel entonces “Marcelito”, había sido destinado a campañas políticas de dudosa honradez y al narcotráfico. Cosas del fútbol.
Después de su partir, el equipo descendió consecutivamente desde la Primera A hasta llegar a la Primera D, pasando por la B Nacional, la B metropolitana y la “C”. La gente ya no iba a ver al Cervecero. Las tribunas extrañaban esos días de gloria. Los días del “Navajita” Felpedi.

El regreso más esperado estaba cerca. Las 35.000 entradas locales se agotaron en pocos minutos. Las 15 visitantes quedaron sin vender. Los memoriosos aseguran que ese día en la cancha se respiraba un aire dulce. La trágica explosión de la panadería “El Vigilante de la Esquina”, ubicado en la esquina de Guido y Paz, a pocas cuadras del estadio, seguramente algo tuvo que ver. Pero la desgracia sería atendida en otro momento, señores. Que hoy vuelve el Navaja.
Las tribunas estallan en un mar azul y blanco, sale Felpedi a la cancha con la cinta de capitán, un periodista se le acerca trotando, Navaja le pega un empujón y dice “NO HABLO!”, la gente delira. Por la primera fecha de la Primera D, Quilmes hace su debut ante Juventud Cristiana de Villa Gessell.
Empieza el partido. Agarra la redonda Navaja, se elude a todo el equipo contrario dos veces, retrocediendo en el campo para poder volver a enfrentar a cada jugador, sólo para humillarlos. Como una vez lo humillaron a él.
Nunca es tarde para redimirse.
Enfrenta al arquero. Pisa la pelota. Mira hacia las tribunas. Esas tribunas que llevan su nombre. La cabecera local se llama “Marcelo”, la visitante “Marino”, la platea que da al río “Felpedi” y la doble bandeja “Navaja”.
Desde lo alto de la “Navaja”, divisa una pequeña bandera, con una inscripción que leía “GRITALO, VENDIDO”.
Cerró los ojos y le pegó con el alma.
La clavó al ángulo, lo gritó como nunca.

Y pidió el cambio.