18.8.04

Mc Queja

Luego del horror, me acerqué a la caja y una chica de no más de 17 años, feúcha y ciertamente obesa me preguntó: “¿en qué puedo ayudarlo, señor?”.
Sin hacer contacto visual, sólo dije: “El libro de quejas, por favor”. La gorda sacó de abajo del mostrador un libro casi más gordo que ella, pero que se encontraba prácticamente nuevo. Poca gente se queja en Mc Donald’s.
Luego de deliberar unos pocos segundos en el tono a emplear para redactar una queja que me dolía en el alma escribir, de mi pluma llena de inspiración y hostilidad se desprendieron las siguientes líneas:

Querido Ronald:
Tú sí que eres mi amigo. Tú me has brindado alimentos, bebidas, postres y hasta juguetitos. En tu amplia cadena de casitas lindas donde me lleno de calorías y ninguna proteína, he aprendido a ser feliz.
Pensar que por un billete sucio y arrugado, tú me devuelves una bandeja llena de alegría. La cantidad de veces que me has dibujado una sonrisa, cuando al pasar por una calle, el cielo dibujaba la M dorada, la letra divina.
Pero hoy sólo me has dado un disgusto, amigo. A mí, que te he defendido cuando te acusan de imperialista, de símbolo del capitalismo salvaje... ¿a mí me das una hamburguesa vacía?
No puedo describir la paradoja que expresa una hamburguesa sin carne. Dos panes machucados, llenos de lechuga y mayonesa... pero vacía.
¿Cómo puede ser que te hayas olvidado de la magia? Sin hamburguesa, un Big Mac es solo un pedazo de mierda. Bueno, no es para tanto, porque igualmente mordí ese bolo de pan y aderezo, para darme cuenta que al igual que mi existencia, ese supuestamente delicioso alimento carecía de esencia.
Gracias a tu asquerosa avaricia, me he dado cuenta que soy sólo dos pedazos de pan cuando todo el mundo es una hamburguesa completa. No me importa que después la vaca que me dio este libro de quejas (que ciertamente podrías haber sacrificado para saciar mi voluntad de comer un Biggie), me haya regalado un vale por unas míseras papas fritas gratis y haya repuesto mi combo fallido por uno como Dios manda. El mensaje me llegó, entendí la indirecta y puedo decirte que no eres un maestro a la hora de despistar. Si tienes algo que decirme, párate de una maldita vez de ese banco, acércate, y charlemos como gente grande. Que al fin y al cabo eso somos. Gente grande, pensante y honesta.

Ronald: un Big Mac vacío, falta a la verdad más absoluta, que es que Mc Donald’s es un lugar donde los sueños de los gordos, se hacen realidad.

Y hoy me has hecho sentir un flaco triste y desesperanzado.

Gracias amigo, por nada.