Punch
Punch punch punch. En un depósito enorme y frío muchas cabezas rebotan siguiendo el mismo ritmo. Las gafas se multiplican junto a los kilos y kilos de gel que los chicos utilizan en sus cabellos para sentirse bien. Risotada fácil por doquier. Nadie se da el lujo en estas fiestas a tener un estado de ánimo sombrío. La crítica es por definición mala onda. Para rebotar no hay que pensar.
Yo tengo un problema. Los fines de semana, después de la medianoche, me agarra como una inusitada sed que me impulsa a beber en demasía. Será parte aburrimiento parte hedonismo, pero que la barra del falso vip sea libre fue una noticia que sinceramente me cayó muy bien.
A la segunda botella de burbujas uno por más loco que se crea empieza a sentir un calorcito. Y sin quererlo, algo se busca. Una miradita. Un pasito. Una sonrisita. Y me encontré con una camperita. Divina, fina y original. Ella y su campera. Era como un pilotín de cuero con cuello de piel de algo indefinido. No poder distinguir el animal sacrificado en pos de la moda para que a esta chica le quede tan bien esta campera, me impulsó a encontrar una excusa para salir de mi estado casi vegetativo e interactuar con otro ser humano en un buen rato. Dios, qué oración más larga. La miro. Me mira. Me acerco, sonrío y disparo:
- Me decís de qué es esta piel?
- Ay, sabés que no sé? Es una campera de caza. Por qué? Te gusta?
- Me encanta.
- Vos entendés sobre la estética del cazador?
- No...
- Obvio. La estética del cazador es la indumentaria que usan los cazadores cuando salen tipo a cazar.
Completamente superado por la situación, hice lo inesperado. Lo más indicado era aplicarle un punch en nombre de la humanidad. Pero dí la vuelta y me fuí para otro lado, lejos, bien lejos. Todavía trato de entender cómo es que existe la posibilidad que alguien diga algo tan soberanamente indescriptible. Mi pregunta fue rara, pero sólo fue un intento tibio de aproximación. Lo que ella dijo fue una legítima genialidad si el mundo fuese al revés y la estupidez fuese alabada. Esto te pasa cuando pensás que la originalidad vale mucho. Mejor andá a rebotar a la pista. Dónde todos se abrazan, al grito de “dale”. Mirá como se divierten, con sus gafas y sus geles saltando como monos. Miralas a les chiques, casi todas iguales. Amargo.
Cuando tenía 14 años, a la noche con mis amigos nos juntábamos a jugar al truco por plata. Por partido ganado, te hacías dos pesos. Jugábamos hasta que salía el sol. En una mala noche, me reía muchísimo y gastaba 10 pesos. Sólo necesitaba a mis amigos, cigarrillos robados y un mazo de cartas. Falta envidio a mi mismo.
Yo tengo un problema. Los fines de semana, después de la medianoche, me agarra como una inusitada sed que me impulsa a beber en demasía. Será parte aburrimiento parte hedonismo, pero que la barra del falso vip sea libre fue una noticia que sinceramente me cayó muy bien.
A la segunda botella de burbujas uno por más loco que se crea empieza a sentir un calorcito. Y sin quererlo, algo se busca. Una miradita. Un pasito. Una sonrisita. Y me encontré con una camperita. Divina, fina y original. Ella y su campera. Era como un pilotín de cuero con cuello de piel de algo indefinido. No poder distinguir el animal sacrificado en pos de la moda para que a esta chica le quede tan bien esta campera, me impulsó a encontrar una excusa para salir de mi estado casi vegetativo e interactuar con otro ser humano en un buen rato. Dios, qué oración más larga. La miro. Me mira. Me acerco, sonrío y disparo:
- Me decís de qué es esta piel?
- Ay, sabés que no sé? Es una campera de caza. Por qué? Te gusta?
- Me encanta.
- Vos entendés sobre la estética del cazador?
- No...
- Obvio. La estética del cazador es la indumentaria que usan los cazadores cuando salen tipo a cazar.
Completamente superado por la situación, hice lo inesperado. Lo más indicado era aplicarle un punch en nombre de la humanidad. Pero dí la vuelta y me fuí para otro lado, lejos, bien lejos. Todavía trato de entender cómo es que existe la posibilidad que alguien diga algo tan soberanamente indescriptible. Mi pregunta fue rara, pero sólo fue un intento tibio de aproximación. Lo que ella dijo fue una legítima genialidad si el mundo fuese al revés y la estupidez fuese alabada. Esto te pasa cuando pensás que la originalidad vale mucho. Mejor andá a rebotar a la pista. Dónde todos se abrazan, al grito de “dale”. Mirá como se divierten, con sus gafas y sus geles saltando como monos. Miralas a les chiques, casi todas iguales. Amargo.
Cuando tenía 14 años, a la noche con mis amigos nos juntábamos a jugar al truco por plata. Por partido ganado, te hacías dos pesos. Jugábamos hasta que salía el sol. En una mala noche, me reía muchísimo y gastaba 10 pesos. Sólo necesitaba a mis amigos, cigarrillos robados y un mazo de cartas. Falta envidio a mi mismo.
2 Comments:
La posibilidad real de que exista una chica divina, fina, original, con una campera de caza pero imbécil? 99%
Pero dado su evidente cociente intelectual, la posibilidad real de que te la hubieras atornillado that very night se acercaba al 200%
Asi que regresá ahí y consumá tu venganza! Mu ha ha ha!!!
Shhhhhhh dejalo escribir
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