30.5.06

Malo

La miro sin vergüenza mientras ella pretende que yo le crea que está leyendo ese libro de tapa amarillenta y gastada. Cruzando dos mesas, entre su pullover verde y el enjambre de apuntes dignos de joven aplicada, mi mirada se focaliza.

Oh ¿Quién eres, criatura?
Suave piel blanca de triste color.


No la conozco por eso aprovecho la falta de reparo. Tendrá que soportar que la mire e imagine un poema de martes a la tarde. Se lo merece.

Iluso el frío por querer apagar tu luz.
Fresca la brisa que muere en la ventana.
Soy un hijo de mi madre, que no se llama Ana.


No era difícil percatarse de mi acoso visual. Pero sólo un gesto haría que mis ojos se depositaran en mis cigarrillos o el café. Al permitirme con su obligada indiferencia mi dulce intromisión, las palabras seguían fluyendo, y la servilleta que dibujé en mi mente, se deshacía en mis dedos mientras anotaba en mi retina semejantes versos.

Tan blanca e inocente, como el alma de lo puro.
Me haces entender por qué lo negro es inmoral.
Gélida en gesto de belleza.
En tus piernas mi fauna encontrará su entorno floral.


Gol de Argentina. Maxi Rodríguez, como venía al primer palo. El ruido del acotado festejo de los habitantes del bar fue suficiente y demasiado para ella. Luego de ponerse el pullover verde y meter los apuntes y el libro en la mochila, tiró con desgano $5 sobre la mesa y se dirigió hacia afuera. No es prudente estudiar en un recinto donde ya se respira olor a Mundial.

Yo mantuve mi posición fija. Hasta que ella no desapareciera, allí me encontraría, mirándola. Y antes de abrir la puerta, sentí por primera y única vez sus dos ojos azules sobre mí, sin que digan nada. Yo sabía que ella sabía.

Dió dos pasos y se perdió, justo cuando el poema se estaba poniendo bueno.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

y si era el amor de tu vida y la dejaste ir? o es que el amor de tu vida lo forjas en una persona?
en ese tipo de situaciones siempre pienso lo mismo...

2:59 p. m.  

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