20.2.06

Cambio de lado

Dios mío, qué calor. Llegamos al Buenos Aires Lawn Tennis Club y apenas pudimos comprar un galón de agua fresca y cara, nos dejamos vencer por el clima sentados en las sillas del patio de comidas.
Hace un mes, compré dos entradas para ver la final del atp porque aunque no reniego de mis orígenes, soy un entusiasta del deporte blanco. Mi tío es profesor y me enseñó de pequeño los golpes básicos y a perder, porque nunca fuí lo que se dice bueno. Mi familia entera es fanática de este deporte, hasta el punto que mis padres fueron a New York para ver el US Open de 2001 y el día que se tenían que volver un tal Osama se divirtió de lo lindo. Recuerdo ver las torres arder por CNN en vivo y no poder comunicarme al hotel para saber cómo estaban.
Pánico.

Mi plan era ir con mi novia, pero dos semanas más tarde me llamó llorando porque el jefe la cargaba porque se tocaba mucho el pelo y si hubiese sido una gota la que revalsara mi vaso, la hubiera dejado pasar. Pero contra las cataratas de estupidez no se puede luchar. ´
En fín, soltero de nuevo y mamá se ligó una entrada para ver la final. Me acuerdo que cuando le comenté a la idiota que se toca mucho el pelo que había comprado entradas, dijo:

- Nunca fuí a ver tennis, no entiendo nada.
- No es difícil, yo te explico.
- El fútbol sí me gusta, podemos ir a ver a River, mi amor.
- Pero compré entradas para la final de un torneo de tennis. Si no querés no vengas.
- Sos una mierda, siempre lo mismo, me tratás mal, no me entendés, por qué sos así?!

Tendría que haberla invitado a mamá desde un principio. Ella no sólo entiende mucho de top spin y drop shots, sino que además me compra galones de agua fresca cada cada vez que el nene hace ruidito con la garganta y como si eso fuera poco, me regaló la vida. Porque todos sabemos que el agua es vida.
Cuando llegamos a nuestro palco, noté que dos filas más adelante se encontraba una nuca muy familiar. No quiero imaginar los gestos de mi rostro cuando comencé a pensar:

- Mmm no, no es. Aunque sí, a ver... Está con un flaco, a ese flaco lo tengo... ese es el gil de Tommy, date vuelta nena, si es tiene el pelo distinto, ahí se da vuelta, uy si, carajo. Es ella.

Era Carolina. Pánico.

Párrafo Aparte: Carolina.

Pimer novia y hasta el día de hoy, mi único verdadero amor.
Preciosa, muy. No me avergüenza admitir que mucha gente me felicitaba por el bombón que había conquistado con la célebre "cómo robaste, hijo de puta". Salir con ella fue el ego booster más grande de mi vida. Hoy me doy cuenta que fue por eso que la amé tanto, sólo por el simple hecho de que me hacía sentir bien. Eso es amor. Encontrar lo que te hace bien y cuidarlo.

Carolina un día decidió que estaba lista para casarse y me propuso matrimonio. Le dije que teníamos que esperar a que yo me recibiera y empezara a trabajar y que yo era muy chico para casarme. Principio del fin. En dos meses me dejó, se enamoró del flaco que laburaba en el local de enfrente en Unicenter, se fueron a vivir juntos y por lo que tengo entendido, se casaron poco después de cumplir 5 meses de novios.
Entregarme a la miseria fué fácil y lógico. No me tengas lástima. A vos también te puede pasar. O te puede pasar algo peor, como que te maten un hijo. O que tus padres mueran en el atentado más célebre del nuevo milenio. Por suerte el amor duele pero vuelve. Eso espero.

Me era imposible sacarle los ojos de encima. Pero del asombro. Carolina está un poco gordita. Y ya no es más rubia, ahora luce su verdadero color de pelo, un castaño bien argentino. Y cuando se paró para fumarse un cigarrillo, recorrió el estadio con la mirada haciéndose visera con la mano y pude ver que tiene la cara un tanto curtida. Y su marido es un gordito con cara de gilún libidinoso que seguro le llenó la cocina de humo y ahora la convirtió en madre, robándole toda la juventud y belleza que Carolinda, como yo le decía, lucía como nadie.
La codeé a mi mamá y señalé sonriendo. Sabía que ella me iba a decir algo de mi agrado.

- Mirá quién vino...
- Dónde?
- Ahí, hacete la boluda...
- Ay Damián, qué cambiada está. Parece el Tío Cosa.

Cuando terminó el primer set, fuí a comprar más agua. No tenía sed.
Calculadamente pasé justo por enfrente de ella, dándole la espalda. Me temblaban las piernas. Bajé un escalón más, y giré. Ahí estábamos, frente a frente. El amor de mi vida me estaba mirando a los ojos. Y de pronto sentí calma. Le devolví la mirada en silencio y sonreí. Ella sonrió también, pero sin hacer una mueca.
Seguí de largo, compré el agua y cuando volví, pasé de nuevo por enfrente pero esta vez con las gafas puestas y mirando para cualquier lado. Todos mis movimientos fueron ensayados antes en mi cabeza latente por el castigo del sol.
Cuando me volví a sentar al lado de madre, ella me dijo:

- Te ví recién.
- Y?
- Ja. Nada.

Carlos Moyá le ganó a Filippo Volandri 7-6 (8-6) y 6-4 y así logró el decimonoveno título de su carrera. Nos estábamos yendo cuando la ví de nuevo a Carolina, pero esta vez no me miró a los ojos porque no se dió cuenta que la estaba espiando, abrazando a su marido y yo, en un acto reflejo, le apoyé la mano a mi mamá en el hombro durante todo el recorrido hasta el auto.

- Lindo el partido, no má? Pero con este calor no se puede disfrutar nada.
- No, la verdad que no. La próxima vez nos pedimos helado y la miramos en casa con el aire acondicionado, Davisita.
- Si, mejor...
- Che, qué fea que estaba Carolina. En un momento vos estabas concentrado en el partido y ella se hacía la mosquita muerta y te miraba y cuando me vió a mi, no miró más.
- Si, estaba fea. Igual no quiero hablar de Carolina.

No voy a hablar nunca más de Carolina. El recuerdo de algo que ya pasó hoy ni siquiera se refleja en una imagen parecida. Ahora me doy cuenta que tantas noches soñando con abrazar de nuevo a mi rubia preciosa fueron en vano, porque ni siquiera ella era la misma.
Pasó y estuvo bueno que pase. Yo seguí haciendo mi vida pero siempre me quedó un rencor difícil de tragar. Pero hoy, entre tantos galones de agua fresca y cara que tomé, sin darme cuenta, terminé de lavar una mancha en mi alma. Ella ni siquiera está pensando en mí ahora mientras yo escribo esto. Yo no voy a pensar más en ella con ganas de volver a verla, porque hoy la ví y la realidad dice que estamos en dos mundos completamente distintos. No queda nada, sólo recuerdos.

Ganó ella.
Pero también gané yo.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Solo porque está genial y me conmoviste te perdono que haya sido el post más largo ever publicado en Monoblog.

3:56 p. m.  
Blogger + said...

Jaja... muy bueno. Muy identificado, ademas. Obvio, sin Lawn Tennis, sin agua fresca y cara y sin madre al lado.
Pero que lindo es ver al "amor de tu vida" bien, pero bien vaqueteada; y sobre todo saber que estan en mundos diferentes.

Y que el tuyo es mejor, obvio.

12:17 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hubo uno más largo.

10:28 p. m.  

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