6.6.06

Hacia Asia

Necesitaba escapar cuanto antes. Con lo puesto y el bolso de gimnasio lleno de billetes verdes, me subí al taxi y llegué al aeropuerto en menos de 25 minutos. Media hora antes había abandonado el lugar del crimen, traicionando a todos los que alguna vez confiaron en mí.
Un año y dos meses de planeamiento. Miles de horas invertidas en este golpe. Y yo, solamente porque pensé en el momento que valía la pena intentarlo, me robé todo el esfuerzo de ellos en mi bolso, en forma de sucios dólares. Ja, es mío.

¿Dónde ir? Ellos podrían localizarme fácilmente. No por algo éramos la banda más respetada y venerada en el mundo de lo ilícito. Tenía que decidir rápido porque seguramente los teléfonos ya habían empezado a sonar desde hacía rato, alertando a nuestros contactos de Ezeiza sobre mi situación. “Un lugar donde alguien como yo pueda perderse”, suspiré yendo hacia el mostrador de la aerolínea.

- Buenas noches señor, en qué puedo ayudarlo?

- Quiero comprar un pasaje en el primer avión que salga.

- Muy bien. Hacia dónde?

- Hacia Asia.

- Excelente. ¿Qué país?

- China.

El bolso pasó sin problemas por el scanner, como Fresno me había dicho que pasaría. El interior modificado en un laboratorio clandestino para reflejar los rayos del aparato, devolviendo una imagen de calzones, camisas y pantalones realmente valía cada centavo que gasté en él. Perfecto.

Miro para acá. Nada. Miro para allá. Nada. A ver… no, nada. Nadie sabía lo que realmente estaba ocurriendo y me sentí seguro. Me había salido con la mía.En China me quedé a vivir para siempre. Adaptarme no fue fácil pero después de algunos años, hablar chino no es tan complicado y el arroz… es siempre arroz.

Luego de conocer a Chun Li en la “Rotisería Kun Pao La” de Beijing sentí cosas que nunca había sentido. Primero, el olor a rotisería china y después, sus ojos clavados en mi rostro como pensando “vos no sos de por acá, pibe”. En sólo tres semanas ya nos habíamos casado y con mis dólares nos compramos una choza gigante con piscina y lugar suficiente para mi colección de Mascerattis y Ferraris en la montaña, donde nadie pudiera molestarnos. Somos felices acá, mi China y yo. 30 años de amor sin una sola pelea. Nunca le conté a ella la verdadera historia sobre cómo yo llegué a parar en China, tan lejos de casa. Sólo le dije que "ví luz y entré" e improvisé el resto del camino. A veces viene mi amiga China Zorrilla a tomar el té y nos cuenta sobre cómo está Argentina, pero ella sabe muy bien qué decir y qué no. Una vez me quiso contar algo sobre los muchachos y enseguida cambié de tema. La conozco de chiquito a China y nunca necesité aclararle que de ciertos temas no se hablan, ni siquiera conmigo. No quería saber nada con mi pasado. Por suerte Chun Li se mata de risa con sus historias.
Aunque cueste reconocerlo, cuando uno se pone viejo tira un poco la nostalgia y me dan ganas de volver para ver mi tierra por una última vez. Quizás para el Mundial lo haga. Mirá si encima salimos campeones, me imagino con Chun Li en el obelisco festejando... ¡qué lindo sería!

Sólo espero que mi ex banda, Sandro y Los del Fuego, no me sigan buscando.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Damiano, muchacho... you write DAMN GOOD!!

4:19 p. m.  
Blogger Damiano said...

Y tené en cuenta que escribo bien siendo hemipléjico, por cada letra estoy 5 minutos. Para que entiendas y no te queden dudas, te comento que este comentario lo empecé a redactar hace 3 horas y 45 minutos.

10:58 p. m.  

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