El amor bajo la lupa presenta: Vos no eras así.
Mientras más uno conoce los detalles de nuestro objeto de afecto, crece el amor que uno siente por el otro, por ser los únicos invitados al banquete que la intimidad ofrece. El cálido sentimiento de compartir tu vida con alguien es maravilloso. Pero un día, la pasás a buscar y a las dos cuadras te dice:
- Otra vez Green Day? Poné otra cosa. No, eso no. Ese menos. Para la próxima traigo unos cd's que tengo buenísimos.
Y así es como al ceder, pasás a escuchar a Mariah Carey y lo peor es que le terminás tomando cariño a esos ritmos insulsos y rimas empalagosas. Asi que cuando una vez que te sabés la letra de todas las canciones y sentís que sos un afortunado por haber encontrado el amor, se ven para ir a cenar, como cualquier otra noche. Ella te te abraza y después de besarte, acota sonriendo:
- Ese perfume está bueno, pero salió uno nuevo de Jean Pierre Croissant que me encanta. Te lo voy a regalar.
Y te lo regala. Y el perfume está bueno, es un poco demasiado dulzón pero te lo ponés porque a ella le gusta. Entonces cuando hacen el amor, exactamente 3 segundos después de pegar el grito final, a ella se le ocurre que es un buen momento para hacerte una observación:
- No te gustan mis tetas, no? Porque no las agarrás tanto como a mi cola.
Dejás de lado tu preferencia por los glúteos y te agarra tendinitis de tanto masajear algo que no existe. Todo sea por complacer a la persona que se desvive por vos y que, además de tu madre, es la única que te pregunta sobre cómo estuvo tu día en el trabajo y si estás estudiando para rendir ese examen que nunca te presentaste a dar. Aprobás y salís para festejar. En el boliche un salame le mira el culo que tanto extrañás apretujar y se le ocurre que es divertido decirle algo al oído. Cuando te disponés a romperle la cara, ella te frena alegando que:
- No me gusta para nada que seas tan celoso. Y menos violento. Quedate tranquilo, yo estoy con vos, pero si un pibe me mira o me dice algo me puedo arreglar solita.
Pasa el tiempo, pensás que la pareja ya está consolidada y finalmente te relajás. A disfrutar macho, esto es vida. Te das cuenta de todo lo que tenés y podés afirmar sin ninguna duda que sos feliz. Entonces ella te llama:
- Tenemos que hablar.
Te deja. Trata de explicarte las razones que tiene para sentir que la cosa no da para más, pero vos no entendés. En vez de violentarte y putearla como Dios manda, la escuchás pacientemente. No la querés perder, porque fracasar de nuevo ya sería el colmo. Mucha inversión de tiempo y energía para después tener que volver al bar con tus amigos y hacer chistes sobre monos.
- Pero... ¿qué pasó? ¿Estás con otro?
- No.
- ¿Hice algo mal?
- No... bueno, en reali... no, no hiciste nada mal.
- ¿Te caben las minas?
- No, tarado!
- Entonces no entiendo.
- Cambiaste, Roberto. No sos la misma persona de la que me enamoré.
No hay con qué darle. Cambiar por amor es posible. Pero si el precio a pagar es perder tu propia identidad, las cosas salen como el culo.
Ahora, si salen como el culo que tenía ella, bienvenido sea.