30.4.06

Querido Diario

Ayer fui a un bar para festejar el cumpleaños de una amiga. Hacía mucho tiempo que no la veía y apenas pasé por la puerta de ese sucucho con semi-onda, mis ojos se clavaron en sus senos de miel.

Ella es realmente mi amiga. Tiene más personalidad que yo inclusive, aunque eso no sea necesariamente positivo. Cuando tenés mucha personalidad significa que estás cubriendo con poses tus propias inseguridades. Si lo sabré yo, que tengo una respuesta para todo y sin embargo no estoy convencido de nada.
Cuando la abracé y sentí sus rozagantes nuevos pechos llenos de una vida que nunca había conocido, dudé en la naturaleza de mi relación con ella.

¿Te puede calentar una amiga? Si la respuesta es afirmativa, entonces hay que descartar la amistad como propulsor de la relación por completo. La vieja dicotomía de la amistad entre el hombre y la mujer va de la mano de la teoría de la atracción. En teoría es muy sencillo. Una mina que está buena no puede ser tu amiga. Salvo que seas gay. Entonces, si yo dudo de lo que me pasa al ver su escote exacerbadamente acentuado e invitante al acecho de los ojos, sólo quiere decir una cosa: no es mi amiga.

O soy gay.

Pero yo no tengo sentimientos románticos para con ella. Es una persona que me entiende, que me escucha, que me interpreta y traduce mis pensamientos en palabras antes de que yo pueda esbozar un sonido. Es un alma compañera que aunque no nos veamos nunca sabemos que nuestras vidas estarán relacionadas por siempre. Y eso la convierte en mi amiga. Porque vamos, puto no soy…

Dios santo, lo que pueden hacer un par de tetas.

25.4.06

El muerto

Seguí la luz blanca con los ojos cerrados, porque ya no necesitaba abrirlos para poder ver. Al llegar y abrir esa puerta sin picaporte, del otro lado me estaba esperando un hombre de traje enteramente blanco, pelado y de bigotes negros. Apretó mi mano con firmeza y dijo:

- Señor Martinez, encantado. Mi nombre es Beto.
- Mucho gusto. Dígame, ¿dónde estoy?
- ¿Cómo, todavía no se ha dado cuenta? Entonces tengo una buena y una mala noticia para darle.
- La mala.
- Usted está muerto.
- Puta. ¿La buena?
- Hay vida después de la muerte. Bienvenido al Purgatorio.

Beto era el encargado de ser mi guía a través de la singular experiencia de pasar al otro mundo. Mientras me preparaba un café con leche y 7 mil medialunas, supo advertirme sobre las nuevas reglas del más allá.

- Vos comé tranquilo que acá el tiempo no existe. Cuando termines, mandate para allá, ahí donde termina la cola. Ahí te dan el pasaporte.
- Ah, fenómeno. ¿Y puedo ir a cualquier lugar que yo quiera?
- No, sólo a dos.
- Qué lastima... ¿Cuáles, che?
- Martinez, ¿usted es boludo?

Al instante, Beto largó una carcajada que se escuchó hasta el infinito. Volvió a darme la mano, guiñó su ojo izquierdo y dijo "vas a estar bien pibe, despreocupate". Puteé por dentro por dejar en evidencia mi poca capacidad de deducción y enfilé hacia la fila, porque suena mejor que cola y queda redundante. Era interminable. Se perdía detrás de la nada de lo larga que era. Beto todavía estaba cerca, así que me dí vuelta, corrí unos metros y lo alcancé.

- Beto, Beto! Yo no voy a hacer esa cola tan larga.
- Pero pibe, no entendés me parece. Acá no te das cuenta, no te cansás, no te aburrís, no te irritás. Andá y hacé la cola.
- No, el que no entiende sos vos. Callate la boca y llevame a la otra punta de la fila que después me encargo yo. Agarrá esto, dale.
- Cómo usted diga, Señor Martínez.

Beto tenía cara de garca y sin dudarlo aproveché la situación. 100 pesos que aparecieron de algún lugar remoto de mi bolsillo, que me llamaban, que me decían "usame" en el oído sin que nadie más pueda oír su voz, apareció de la nada, soborné a mi guía y en un instante, ya estaba frente al Juez.

- Buen día, Martinez.
- Buen día, Señor.
- No lo diga con S mayúscula que yo no soy ese. Soy Juez.
- Es que por los rulos y la barba blanca asumí que...
- Silencio, Martínez. Haga silencio y escuche.

Como pasa arrolladoramente el tren por las vías cuando no hay ninguna estación a la vista, una ráfaga de sonidos cruzó por mi mente y pude escuchar absolutamente todo lo que pensé durante toda mi vida. No me sorprendió este inexplicable recuento sonoro de mi existencia, porque en la otra, la que viene después, no sentís sorpresa por nada.

- ¿Qué se considera, Martínez? ¿Inocente o culpable? ¿Usted piensa que merece ir al Paraíso o al Infierno?
- Yo nunca fui víctima de nadie pero tampoco fuí el victimario de otro. Paraíso. Paraíso sin dudas, señor Juez.
- Pasaste la prueba, Damián. Te vas al Paraíso.

El Juez bajó su mano estrepitosamente, empuñando un sello gigante e invisible. Certero, rápido y lento al mismo tiempo, aunque allá, como me enseñó Beto, no hay tiempo. Al escuchar el profundo estruendo del golpe, desperté envuelto en mis sábanas, ya despabilado. Estaba conciente. Respiraba, había escapado de la muerte, me encontraba vivo. Podía sentir. Y al hacerlo, sentí algo raro dentro de mi boca. Tenía sabor a hoja canson. Era un papel. Completamente desorientado y lagañoso, saqué ese papelito hecho pelotita de allí dentro. Ví de cerca ese bollito empapado de saliva y lo abrí hasta poder leer la palabra que tenía escrita.

Ahora sí sentí sorpresa. Decía "Continuará".

22.4.06

Puede ser

- Yo no sé como hacés. Realmente te envidio. Yo no podría, necesito mantenerme apegado a mi master plan que tengo en la cabeza. Seguir los pasos. Alcanzar objetivos. Lograr seguridad.

- Pero te gusta como vivís?

- No realmente. Pero me gusta la idea de donde puedo estar en el futuro si me mantengo al plan.

- Eso es cualquiera. Tenés que cambiar, no vas a llegar a ningún lado si sólo pensás en mañana. Dale, venite. Tenés 23 años, más adelante no lo vas a poder hacer y te vas a arrepentir el resto de tu vida.

- Pero no puedo dejar todo acá e irme sin saber bien qué voy a hacer allá una vez que llegue.

- Sabés cuál es tu problema?

- Si, soy negro.

- No. En la vida tenés que pensar más con las pelotas y menos con la cabeza. Es el mejor consejo que me dió un idiota.

- Puede ser.

17.4.06

¿No es fino?

15.4.06

11.4.06

Nueva entrada

Entre la desesperación que viene de regalo cuando tenés que recursar materias que odíás, me senté en el pasillo oculto a fumar y hacer argollas simétricas con el humo. La única prueba fehaciente en mi vida que legitimiza el concepto de que la práctica hace la perfección.

Todavía podía escuchar las puertas de los ascensores abrirse y cerrarse, una y otra vez sin parar y por un momento quise volver al útero de mi madre y simplemente estar vivo sin saberlo. Ni siquiera en la más profunda de mis recaídas efímeras en los que las poses son sólo posiciones del cuerpo pienso en la posibilidad de morir. Un accidente de niño me paseó por la oscuridad de sentirse casi muerto y siempre digo que si hay algo que Dios tiene es paciencia. Entonces prefiero trasladarme a algo que no recuerdo e imaginarlo, así se pasan unos minutos y no tengo que vivir con la certeza de que estoy en un recreo cuando en realidad hay tiempo suficiente como para vivir en otro lado y volver antes de que la puerta del ascensor se vuelva a cerrar.

Son perfectas. Pongo la boca como si fuera un pez gigante fuera del agua, buscando un poco de vida dentro del aire que lo mata. Salen disparadas con gran potencia, porque mi lengua empuja esa pequeña nube de humo que habita temporalmente contra mi paladar y allí, otra vez, en dirección al cielo, se dirige la argolla destinada a desaparecer en un vuelo de toxicidad y belleza.
Es el momento. Ahora, ya, silencio. Respiro de nuevo y vuelvo a recordar. Estar dentro de quien me cuida sin conocer mi cara y sin saber lo que significa el fín. Pero vuelvo a la clase.

La vida te da un pasillo, un cigarrillo y alguna que otra cosa que contar.

5.4.06

No lo hagan

Científicos, no lo hagan. No investiguen con ellos, déjenlos ser.

Ustedes sí. Háganlo.

Lean esto: http://www.diariohoy.net/notas/verNoticia.phtml/html/223464/